 Innumerables vehículos de prueba de General Motors nunca han visto la luz del día. Por ejemplo, éste: un Chevy Impala de 1962 con motor flat-10 y tracción delantera. Se dice que este insólito proyecto surgió en 1961, cuando el departamento de ingeniería de Chevrolet estaba desarrollando una versión mejorada de segunda generación del Corvair de seis cilindros refrigerado por aire que empleaba tapas y culatas integradas (en parte para controlar las fugas de aceite). Para justificar el coste de un nuevo motor, el equipo de ingeniería de Frank Winchell estudió una gama más amplia de aplicaciones para la arquitectura de panqueque refrigerado por aire del Corvair, construyendo motores experimentales de cuatro cilindros, ocho cilindros y, finalmente, uno de 10 cilindros que desplazaba 300 pulgadas cúbicas. Al menos sobre el papel, el flat-10 debería ser razonablemente suave y rendir fácilmente 250 CV. Al parecer, existió incluso una versión de 12 cilindros en planos. Mientras tanto, GM también estaba en las primeras fases de desarrollo de un nuevo sistema de tracción delantera que acabaría apareciendo en el Oldsmobile Toronado de 1966. Así pues, el motor flat-10 se acopló a un transeje de tracción delantera adaptado a partir de componentes de Corvair y Pontiac Tempest y se giró 180 grados para que el motor quedara en la parte delantera. Esta cadena cinemática se instaló en un Chevy Impala Sport Coupe de 1962, y se construyó un capó alargado y un guardabarros delantero de fibra de vidrio para cubrir la mecánica. Por inverosímil que pueda parecer, la distribución del peso delantero/trasero de esta inusual configuración era aceptable. Aunque el Impala de nariz alargada no era nada del otro mundo, evidentemente sirvió como mula de pruebas para el motor flat-10 y el sistema de tracción delantera. Pero la segunda generación de la familia de motores Corvair nunca se envió a producción, por lo que el proyecto se dio por concluido y, según cuenta la historia, el coche fue desguazado poco después. Fuente:
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